Llegamos a Edimburgo sobre las 13h. El bus Airlink (100) nos lleva en apenas 20 minutos, del aeropuerto a nuestro hotel. Mapa en mano nos dirigimos al Old Town. Edimburgo es una ciudad que te puedes recorrer a pie sin mayor problema y estamos a 10 minutos escasos del centro andando, así que, pies para que os queremos!
Casi sin darnos cuenta ya estamos en Prince’s Street, y la sensación es genial, a nuestra derecha se levanta imponente el castillo de Edimburgo, el Prince’s Street Gardens park, y mirando hacia adelante el Scott Monument, y más al fondo Calton Hill y el Monumento Nacional. Primeras ráfagas de fotos, con el contraste entre una avenida principal, autobuses de dos plantas circulando, con un monte al lado, con su castillo, y sus monumentos varios… Empezamos a tener el presentimiento, de que Edimburgo nos va a encantar.

El restaurante, nombrado en honor a William Brodie, un famoso personaje de esta ciudad. Nacido en el siglo XVIII, Brodie era un respetable ciudadano que heredó de su padre una modesta fortuna, incluso llegó a tener un asiento en el consejo de la ciudad aunque su afición por el juego y el alcohol hicieron que su fortuna se fuera a pique. Fue así como empezó su doble vida, ciudadano honorable de día, ladrón de noche. Cuando descubrieron sus delitos, lo juzgaron y condenaron a morir en la horca. Dicen que la doble naturaleza de este personaje fue motivo de inspiración para el famoso libro de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll & Mr. Hyde.
Salimos de Deacon Brodie con la barriga llena, las raciones son importantes, y qué mejor manera de bajar la comida, que un buen whisky escocés? A otra taberna! A pocos pasos de Royal Mile, se encuentra el monumento de un personaje ilustre de Edimburgo, ese no es otro que Bobby Greyfriars, el perro más fiel del mundo, y al lado, una taberna con su nombre.
Tras sacarnos las típicas fotos en la estatua del perrito, entramos a degustar un buen Glenmorangie 10 años. Pero bueno, os preguntaréis, que hizo Bobby para ser considerado el perro más fiel del mundo?

Pues Bobby fue el mejor amigo del policía John Gray hasta su muerte en 1858. Después de que su dueño fuera enterrado en el Cementerio Greyfriars, Bobby no se movió del lado de su tumba nunca más (por esta razón es conocido como Greyfriars Bobby). Durante los 14 años siguientes Bobby permaneció junto a su amo mientras los habitantes de la ciudad se encariñaban con él y le llevaban alimentos. En 1872 Bobby falleció y por fin descansó en paz junto a la tumba de su querido dueño.
Conociendo la historia y con un buen scotch whisky en el cuerpo, vamos a pasear por el cementerio Greyfriars, un típico cementerio de los tantos que hay en Edimburgo. La tarde esta nublada y eso ayuda aún más a darle una atmósfera especial al cementerio, de película. Otro de los personajes famosos del Cementerio Greyfriars es el espíritu del abogado George Mackenzie, conocido como “el sanguinario”, que no descansa en paz y se dedica a molestar a los visitantes. Como véis, Edimburgo está lleno de historias, en su mayoría, de terror y misterio.